jueves, 21 de octubre de 2010

Veinte (y dos).

Esta mañana al levantar la persiana me encontré con niebla. Así que bajé a desayunar muy tranquila y con una sonrisa.
Después me di cuenta de que mi nueva manía de imaginarme a la gente en ropa de estar por casa está aumentando de forma progresiva.
En este momento, un insecto de tamaño medio, está paseando por mi ventana. Tiene color verdoso. Ahora se ha interpuesto con mi visión de un hombre que retira cinta adhesiva del tejado del edificio de enfrente (retiro lo dicho: el bicho es tan grande como el tamaño de una persona a unos metros de distancia). Me pregunto qué pensaría ese hombre si mientras trabaja ve a una chica de la residencia bailando despacio en su habitación. Me muero por bailar despacio.
Mi mesa es tan caótica como yo. Varios cargadores reposan al lado de un subrayador amarillo. Los potatos parecen haber peleado. Y Kundera ha quedado abierto por el sitio justo en el que habla del cuerpo. Me gusta la filosofía. En la 66 alguien escucha música, y los pasos van y vienen. Las hojas de los árboles cada vez son más crujientes y amarillentas. Mi nórdico está deshecho. Hay post-it por toda la pared. Las violetas me dicen que me coma una. La inmunología me observa desde un atril. El hombre trabajador ha cambiado de posición, ahora se fuma un cigarro. Son las quince y cuarenta y nueve de un veintiuno de octubre. Mi ventana siempre está abierta. Por si quieres aterrizar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario