Los zapatos se gastan al dejarse llevar por las balsas de playa y nubes, por las exposiciones improvisadas, por los domingos de colchón y cosquillas, las conversaciones telefónicas de horas y horas, los cafés de biblioteca o los tés de luz apagada, por las duchas congeladas a las tres de la madrugada o por duchas ardiendo compartidas, por la piel de gallina, por los pájaros en el corcho, por cigarros que no deberían existir, por el periódico de la mañana, por las fundas de quirófano, por los libros que se hacen película, por peluches esquimales, por canciones esquimales, por besos esquimales.
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