lunes, 9 de agosto de 2010

Once.

Se acercaba una tormenta. Parecía de aquellas a las que se les puede llamar "perfectas". Corrí a por mi bicicleta y cogí aquella calle a la izquierda. Seguí recto, muy recto, hasta el final. Giré de nuevo y llegué hacia los caminos no asfaltados del campo. Pedaleé muy fuerte mientras el viento aumentaba progresivamente. Crucé el antiguo río. Y seguí. Rápido, mientras pensaba en...no pensaba en nada, sólo quería lluvia. Y por fin llegó. Empapándome. Llenándome por completo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario