Treinta y seis.
He pasado mucho tiempo pintando las uñas de mis pies de color rojo. El otro día me di cuenta de que casi había olvidado su color natural. Entonces pensé que he olvidado ya demasiadas cosas. Y odio no recordar regalos tan básicos como la ilusión de montar mis propias historias jugando, el arte de crear cuentos, el sabor de besos enamorados, las estrellas en verano, la ¿bondad? del mundo, la lucha incansable.
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