domingo, 9 de octubre de 2011

Quatre vingt quatre.


En algunas ocasiones la vida es invierno, aunque estemos bajo cuarenta y dos grados sobre la Tierra. El frío puede helar corazones y romper su mecanismo, dejando solo muescas repletas de calcio. Hace muy poquito realmente descubrí que soy de aquellos pájaros que migran hacia zonas más cálidas a partir del otoño, pero yo no voy al sur, yo voy directa a los brazos de personas. Ese es el único calor verdadero.
Hoy, en mi pequeño estudio todo está desordenado, es domingo y quien me conozca bien sabe que tengo un especial odio a este día de la semana. Es como si el mundo entero se parase y toda la gente se refugiase en su escondite a la espera de algo catastrófico. Por eso, acabo de ponerme las zapatillas, sólo me falta coger las llaves y escapar a la ciudad. Esta tarde iré a escribir al Templo de Debod,y aún no he decidido si coger mi cuaderno de París o simplemente páginas en blanco que dejen mi imaginación al descubierto, atrayéndome con un magnífico y excitante magnetismo. Aunque por desgracia, aún faltas tú en este puzzle, porque el vértigo es el miedo a caer, del cual nos alejamos espantados.

Fotografía: Una de las personas más especiales de este planeta.

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