lunes, 24 de octubre de 2011

Ochenta y cinco.




Vivo en la azotea de un antiguo edificio de Madrid. Puedo ir a comprar botones de colores a tiendas pequeñas y encantadoras. Me pierdo entre luces mientras en mis oídos suena Bon Iver o los Strokes haciendo reaccionar a mi cuerpo de forma más fuerte que cualquier producto de la síntesis química. Y río, y me muevo, canto cuando me da la gana. Interacciono de forma invisible con miles de personas, y de vez en cuando, cruzo miradas pegajosas con gente con la que seguramente podría congeniar. En mi mente sólo hay una palabra hoy: otoño. Otoño de frío, otoño de castañas, otoño de crujidos, otoño de inquietudes.


Fotografía: Burçin Esin


Porque hoy en el cielo sólo hay invierno.

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