sábado, 11 de agosto de 2012

#7


Casualidad o no, me encuentro en esta cabaña de madera semiderruida. Es increíble el número de acontecimientos que van pasando a lo largo de tu vida hasta que llegas al punto de no retorno en el que estás en este mismo instante. Aprender es la única manera de crecer. Ayer descubrimos que para subir a la Luna sólo hace falta una escalera y ganas de volar. Todo es más sencillo así. Soñar y soñar. Vivir en el mundo en el que te gustaría vivir. Un mundo en el que la ansiedad no tiñe tu tiempo de nubarrones y te deja respirar tranquila en el césped. Veo el viento agitando las hojas de este bosque. Es un viento demasiado cálido como para ser bienvenido, y el cielo, que no puede soportar ya más este calor se va enfureciendo y volviendo gris. Se avecina una tormenta, de esas que son casi perfectas. Así que he decidido no hacerle caso a las recomendaciones y salir para admirar como caen las gotas de lluvia sobre las pozas de agua congelada y las cascadas semiagotadas. Sé que me voy a empapar, y no me importa. De hecho me apetece volver a correr bajo la lluvia como he hecho tantas otras veces, y gritar sin miedo. Que los animales se espanten y piensen: ¡ay cabecita! En definitiva, sentirme viva dejando atrás el peso de las responsabilidades. Somos jóvenes aún, ¿quién puede quitarme eso?  

Maga – Primer Vuelo

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