Cuarenta y ocho.
Estoy convencida de que si las personas soñarais más, persiguieseis vuestros sueños sin miedo y ayudaseis a los demás a conseguir los suyos, el mundo se convertiría en un lugar mucho más bonito. Sois demasiado racionales. No me gusta el mundo que estamos creando, en el que las relaciones se basan en conversaciones frías a través de una pantalla de ordenador. ¿Dónde han quedado las meriendas y los chocolates calientes, la música compartida, las charlas sobre literatura? Estoy congelada.
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