Setenta y siete.
Cuando menos tiempo tengo para dedicarme a mí misma, más aflora mi naturaleza. Día tras día crecen más mis ganas de volar, y es que no puedo negar que que no tengo raíces. Quiero descubrir mundo, y el primer paso para hacerlo es tener un impulso vital tan grande como el que se mueve por mi mente.
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