martes, 17 de abril de 2012

#1


En este momento mi pequeño estudio alejado del mundo huele a café. Hace meses que no hago café por pereza a tener que lavar la cafetera después, y todas las mañanas me duermo como un lirón en cualquier trocito de ciudad. He encendido la luz de la noche, la lamparita con campana de tela blanca y cuerpo negro que da una luz amarillenta y suave perfecta para leer un libro en el sofá. Es sorprendente como el ser humano puede crear un hogar en cada agujerito de la Tierra, aunque haga frío y haya una familia de pingüinos en el baño. Al fin y al cabo, me gustan mis pingüinos, junto con las cigüeñas, encuentran a una pareja para toda su vida y se quieren mucho. Me he hecho amiga de ellos y me lo han contado. Me hacen compañía y yo les dejo mi bañera para dormir (creo que el alquiler les sale bastante barato). Las personas nos adaptamos, es la única manera de sobrevivir. Hace un rato, fui a merendar con mi amigo Dani. Las mesas de la cafetería eran de madera y había tartas, magdalenas y maxigalletas. Al pasear por Gran Vía de vuelta al autobús número uno me quedé extasiada por la belleza del centro de Madrid. El cielo era de color azul y rosa, y todo estaba lleno de vida. Pensé en todas las personas con las que me gustaría compartir ese momento, y una sonrisa se dibujó en mi cara. Más de una persona se me quedó mirando (seguro que pensarían: "qué hará esta chica riéndose sola"). Ellos no podían comprender la grandeza del sentimiento que me invadía en ese momento. Recordaba cada uno de los tesoros que he ido encontrando a lo largo de mi vida. Encontrar un amigo es un milagro. Y en estos últimos meses me ha ocurrido uno precioso. He encontrado un tesoro que adora las cosas pequeñas y bonittas, las flores, los animales, las aventuras, los desayunos en días nublados, la música...  Cuando paseaba por esa avenida gigante y llena de ruido me he acordado de ella y he empezado a planear su visita a Madrid. Haremos fotos y tomaremos pasteles, el resto vendrá solo. La hija pingüino, que está en plena adolescencia, me contó ayer por la noche un secreto: había perdido a una muy amiga suya cuando se mudó a esta ciudad y encontró mi azotea. No comprendía qué había pasado, "simplemente se fue" me dijo con cara triste. Pero me dio una gran lección: Lucha hasta el final por cada uno de tus tesoros, y si con todo quieren escaparse, déjales ir. (Yo con catorce años no era tan madura, ¿qué les darán a estos pingüinos?). Cuando menos te lo esperas, aparece gente increíble en tu micromundo. Gente por la que crearías un planeta más en tu universo umbilical. Y sí, claro que voy a luchar. Porque merece la pena encontrar un Infinito.


Collage: Lady Crucigrama.


Jarabe De Palo – Grita

1 comentario:

  1. y las ganas axfisiantes de vivir y de volar hacia todo lo que nos queda, tan infinitas como lo que me alegro de haber vuelto a conocerte.

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