Hoy me he despertado escuchando a los Clash a gran volumen. Tal vez son ellos lo que han llamado al Sol para que viniese a visitarnos. Sentada en la mesa de madera de mi azotea veo la calma de la ciudad un miércoles por la noche. Llegan sonidos aislados de personas y coches. La esencia de vainilla de la vela que está a mi izquierda se mezcla casi de forma perfecta con el sonido de Otis Redding. Éste a su vez, con su voz rasgada, sella los pequeños espacios rotos de mi mente. Nunca me ha gustado que las canciones de soul vayan disminuyendo el volumen hasta acabar silenciadas, ya que nunca me gustaron las historias sin final. Son como los ojos indeterminados e impenetrables, como los abrazos extraterrestres... ¿Quién dijo que en Madrid las estrellas no se ven? Cada una de ellas me recuerda que he cambiado el otoño por la primavera, porque es la única manera de sobrevivir: aprender que los sentimientos no pueden controlarse y adaptarte a ello.
Ilustración: Alicia Varela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario