lunes, 28 de mayo de 2012

#4


Lunes a las diez menos doce. Café y tostadas con mermelada de frambuesa. El aire con olor a primavera entra de forma suave por la ventana, agitando las cortinas de manera casi imperceptible. Me pregunto si se podrían tender los recuerdos al Sol, como se tiende la ropa mojada, y recogerlos tiempo después sin que te empapen las manos ni la conciencia. Hace frío y se descubre mi piel de gallina, ¿hay algo más intimo que lo incontrolable por  la razón? Veo a estas dos personas lejanas como el mar de mi ciudad y me imagino su historia. Ella decidió escaparse como única forma de supervivencia. Las manos de él quedaron frías y dejó crecer su barba. Ahora se buscan sin saberlo. Los pingüinos de mi baño me dejaron hace unas semanas, no pueden vivir sin los grados bajo cero y en mi azotea hacía demasiado calor. No me importó demasiado, pues yo dejé mi azotea y emigré hacia lugares más tranquilos. Las personas que somos de ciudades pequeñas echamos de menos las cortas distancias como se echan de menos los abrazos y las caricias. Aquí he descubierto que hay hadas por todas partes sólo que ellas no lo saben porque tienen amnesia, por eso hay que educarlas poquito a poco para que recuerden lo que son. Yo llevo mi varita y mis zapatos de princesa para recordar a las magas todo su poder. Y ese quiero que sea mi mensaje de buenos días de este veintiocho de mayo: con vuestras sonrisas, vuestras curvas y vuestra inteligencia sois las criaturas más bonitas que ha creado la Naturaleza, y debéis recordarlo todos los días al despertar para llenar este mundo de magia.


Fotografías: Julie Cerise.


La educación de las hadas

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